En las profundidades del Mar Rojo yace el Dunraven pasible y maravillosamente cubierto de vida marina. Bucear un barco hundido puede ser una experiencia maravillosa pero summergirse alrededor de un navío tan antiguo es aún más interesante. Veamos la historia que gira alrededor de este pecio tan mítico.

Más allá de la realidad

Cuando en 1977 fue descubierto este pecio en las ricas aguas del Mar Rojo, concretamente en el lugar conocido como Beacon Rock, en la punta occidental del arrecife Sha´ab Mahmud, los rumores, leyendas y fantasías se desataron. No fueron pocas las voces que se alzaron vinculando este desconocido pecio con el mítico Lawrence de Arabia. Este romántico personaje usó varias embarcaciones para hacer llegar hasta Aqaba, desde Suez, importantes sumas de dinero con la secreta intención de financiar la rebelión árabe contra la dominación turca, y la imaginación popular convirtió al Dunraven en uno de ellos.

Explorar su parte exterior es fácil y seguro; aventurarse en su interior queda reservado a buceadores con experiencia. Por su posición invertida en su interior hay una ausencia total de luz y salidas fáciles al exterior.

Explorar el pecio


No fue hasta 1978 cuando varias piezas de porcelana recuperadas del barco por buceadores israelíes dieron la pista definitiva sobre el verdadero origen de este misterioso pecio.

Sus orígenes

Fue construido en los astilleros ingleses de Newcastle por la firma Mitchell & Company. Pertenecía a ese tipo de barco, el “steamer”, tan de moda en la época, que permitía navegar a vela o a vapor. Con unas proporciones más que considerables para aquel tiempo, 80 metros de eslora y 10 de manga, podía desplazar hasta 1.613 toneladas de carga. Comprado por la compañía naviera W. Milburn de Londres se utilizó, única y exclusivamente, para hacer la ruta hacia Bombay.

Para el que sería su último viaje, el buque debía llevar una carga de madera y acero para la incipiente industria del metal que los ingleses habían decidido implantar en la India y regresar de nuevo a Liverpool cargado con algodón, lanas y otros tejidos. El viaje de ida se produjo sin incidentes y el 6 de abril de 1876 el barco salía de Bombay para regresar a casa con una tripulación de 25 hombres.

Errores encadenados

A la una de la madrugada del 25 de abril el segundo de a bordo ve tierra firme en el horizonte y deduce que es la isla de Shadwan, quince minutos más tarde avista una luz y la toma por el faro de Ashrafi, el contramaestre, que se encontraba en el puente en ese momento, no pone en duda tales aseveraciones, a pesar de que el timonel no llegó a ver la luz y que el citado faro se encuentra muy alejado de ese punto, en el Estrecho de Gobal.

Cuando el capitán sube a cubierta, a las 3:40 de la mañana, iban derechos hacia tierra, que ya se avistaba a tan solo seis o siete millas a estribor, inmediatamente alteró el rumbo dos puntos más a estribor, con lo que se situaban aún más cerca de tierra. Diez minutos más tarde el vigía alerta al puente de mando de que hay un objeto en el agua y que probablemente sea una boya. No obtiene respuesta, cuando el segundo de a bordo y el contramaestre ven el mismo objeto piensan que es un barco y dan la orden inmediata de parar las máquinas.

Demasiado tarde, el... “objeto” (en realidad las rocas del arrecife de Beacon Rock) se les echa encima, chocando con él sin remedio.
Las bombas de achique se pusieron a trabajar inmediatamente pero la herida era de muerte. A las siete de la mañana el agua alcanza los motores, a las doce la cubierta de estribor se sumerge y la tripulación abandona el barco, cuatro horas más tarde fueron recogidos por un velero árabe y trasladados hasta la península del Sinaí.

En las investigaciones que se abrieron posteriormente, se encontró culpable de lo ocurrido tanto al capitán como al contramaestre que “no demostró ningún esfuerzo por corroborar la posición en que se encontraba el Dunraven desde el mediodía del 24 de abril y hasta el choque ocurrido a las 3:50 de la madrugada del 25, cometiendo por ello una fatal negligencia”.

La inmersión en el pecio

La inmersión exterior en el Dunraven es apta para cualquier buceador, sin embargo, para penetrar en su interior es fundamental tener experiencia en este tipo de buceo, máximo teniendo en cuenta que el pecio se encuentra en posición invertida, con la quilla mirando hacia la superficie.

Dunraven hundido


Sus restos están depositados sobre un fondo de arena con algunas pequeñas rocas diseminadas, todas ellas, al igual que sus restos, recubiertas de coral. La parte más profunda y la más alejada del arrecife es la popa, que se encuentra a 28 metros de profundidad. La proa está a 22 metros justo en la base del arrecife. El casco se encuentra en muy buen estado a lo largo de sus 80 metros y descansa sobre el fondo con la quilla hacia la superficie a una profundidad de 17 metros. Esta completamente colonizado por corales sólidos y blandos. La hélice y el timón son uno de los puntos exteriores más interesantes. Es todo un espectáculo contemplar la exuberancia de colorido de los alcionarios que pueblan esta zona del pecio. Un recorrido exterior a lo largo del casco, donde la visibilidad suele ser excelente (20 metros o más), permite observar en el lado de mar abierto los dos grandes mástiles con sus cofas y jarcias, además de la chimenea del buque posada sobre el fondo.
Mapa del sitio de buceo



La visita a su interior queda reservada a buceadores con mayor nivel en este tipo de inmersiones. Podemos acceder por el casco hacia la mitad del pecio, donde éste se encuentra fraccionado, en la zona de la sala de máquinas. Es imprescindible contar con un par de fuentes de luz para adentrarse en los restos. En esta zona observaremos la enorme caldera de carbón que propulsaba el buque. Debemos ser enormemente cuidadosos con la flotabilidad y el aleteo ya que un error levantaría inmediatamente el fondo de sedimentos, dificultando enormemente el recorrido.

A lo largo del trayecto interior hacia la popa, observaremos restos de las escaleras de madera que conducían a cubierta. Al llegar a las bodegas, aún encontraremos restos de carga como grandes fardos de algodón y otros tejidos, como lanas. No tendremos ocasión de contemplar muchos objetos, ya que la mayoría han sido saqueados por los primeros buceadores israelíes que exploraron los restos en 1977.

En cuanto a la fauna de los alrededores y del interior, son numerosos los peces de arrecife, los peces napoleón (Cheilinus undulatus), meros y en ocasiones tendremos oportunidad mirando al azul de observar especies pelágicas como atunes y carángidos en sus territorios de caza, a la búsqueda de grandes bancos de pequeños peces cristal (Parapriacanthus guentheri) que obtienen refugio entre los restos del pecio.

Bucear en el Dunraven


No debemos dejar de explorar los fondos alrededor del pecio, sobre todo hacia el lado de mar abierto, donde a menudo descansan tiburones de puntas blancas (Triaenodon obesus), en especial a primeras horas del día.